lunes, 21 de enero de 2008

Barça ganó al Racing

A pesar de su fútbol soporífero, el Barcelona logró una nueva victoria frente a un Racing inofensivo (1-0). Henry aprovechó una jugada esporádica para marcar.

Aviso a los supersticiosos. Un gato negro se pegó un hartón de correr por la línea de banda del Camp Nou una hora y media después de que el Real Madrid sellara una nueva victoria con tintes milagrososos ante el Atlético. Los fetichistas de lo oculto siempre podrán escudarse en este tipo de designios intangibles, cuasi espirituales, para justificar la situación por la que pasa el Barcelona.
Pero tanto el rudimentario y especulativo juego azulgrana, como la distancia de siete puntos que le separa del líder, sólo indican una cosa: será difícil aspirar a la corona. Sobre todo, con actuaciones tan sospechosas como la ofrecida ante el Racing, un partido cerrado gracias a dos jugadas del todo esporádicas: un rechace aprovechado por Henry y una buena parada de Valdés ante Serrano. Nada más.
Cumplió el Barcelona con su trabajo, consigna que Rijkaard se harta de balbucear en las ruedas de prensa. Pero su fútbol continúa siendo tan lento y trabado como soporífero, por mucho que el esperado Messi reapareciera en la segunda mitad. Pese a estar por delante en el marcador desde la media hora de juego, el Camp Nou apretó los labios en varias fases del encuentro para mostrar su tremendo descontento. Quien más recibió fue Giovani, joven futbolista a quien le han apuntado la matrícula demasiado pronto.
Pese a la derrota, vive más tranquilo Marcelino García. No le hace falta tener un nombre estrambótico. Tampoco ponerse trencitas o anunciar crecepelos para que la gente recuerde que existe. Al técnico del Racing le basta con ser un tipo humilde y entregado a su trabajo para destacar entre la indiferencia. Tal y como sucediera en su etapa al frente del Recreativo, Marcelino ha conseguido que un equipo de picapedreros sea capaz de soñar con entrar en la nobleza del fútbol.
Aplicando uno de los mandamientos del santón Marcelino, que no es otro que respetar hasta las últimas consecuencias el 4-4-2, los futbolistas del Racing desactivaron por completo la sala de máquinas azulgrana. Rijkaard consideró que era conveniente reservar a algunos de sus pilares para el partido de Copa ante el Villarreal, por lo que dejó de inicio en el banquillo a Abidal, Márquez y Xavi
La ausencia del mexicano, importante para oxigenar el ambiente con sus desplazamientos largos, dejó a los azulgrana sin futbolistas capaces de romper la doble línea defensiva rival con un sólo toque de balón. Así que tuvo que ser Iniesta, esta vez desde el pivote, quien se echara solito al monte e intentara sortear trincheras con conducciones interminables.
Quedaba claro que el juego de combinación, no hace tanto, orgullo del barcelonismo, no sería suficiente para seguir adelante. Para que nos hagamos una idea de la situación, el escaso peligro azulgrana llegó de las botas de Zambrotta, que suplía las funciones del desafortunado Giovani para arrimarse a la línea de fondo y centrar con peligro al área. Tras una de las asistencias del italiano, Henry saltó muy a destiempo para rematar a las nubes.
Al francés se le vio nuevamente suelto y activo. Su actuación no pasará a los anales de la historia, pero supo al menos plantar su estilizada figura en el lugar preciso para anotar el primer tanto del encuentro. Había botado Deco un córner de aquellos que tanto acongojan a los centrales, con esa maldita rosca hacia adentro.
César Navas, tan fiable por alto como timorato con los pies, vio cómo el balón tropezaba contra su pierna izquierda de forma cómica para acabar aterrizando en la cabeza de Henry. El francés sólo tuvo que acomodar la testa, esta vez con mayor acierto, para celebrar su sexto tanto liguero y ponerse a correr subiéndose los calzones hasta la ingle cual boxeador atolondrado.
Hubo que aguardar hasta los últimos 20 minutos del entuerto para ver algo con cierto atractivo. Por entonces, el Racing, ya con Pablo Álvarez y Colsa sobre el terreno de juego, había abierto de par en par su fortaleza en busca del empate. Para su desgracia, las bajas de Munitis y Smolarek pesaron demasiado en un ataque cántabro abocado al fracaso. Rijkaard aprovechó para recurrir a Márquez y al vitoreado Messi con la esperanza de cazar un segundo gol que nunca llegaría. El Barcelona se contenta con sobrevivir con un fútbol infumable.

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